
El pavor que causó el recital de violín de Manuel Guillén en el teatro Cánovas el pasado lunes 15 de Enero, espantó a un público que quedó en menos de 20 personas, entre los que estaban presentes los compositores: Claudio Prieto, Juan de Dios García, Carlos Cruz de Castro, Israel David Martínez y Zulema de la Cruz….
El violinista Manuel Guillén nos deleitó con su presencia cuasi-estoica con sus partituras y su carcassi datado en 1679.
Las primeras partituras se debieron a la Sonata 20, El vuelo de la Imaginación, de Claudio Prieto, cuyo gusto por la nueva melodía de arco amplio y lírico viene siendo su marca distintiva.
El contrapunto más pausado e introspectivo lo ofreció Juan de Dios García con Al Hombre Solitario que arrastra un Violín, que contenía un material simple, con ciertas disonancias, que daban coherencia al todo, comenzando con vibratorios pianísimos.
La Pieza para violín solo de Carlos Cruz de Castro exploraba el lado rítmico de la música, con obsesivos ostinatos y juegos de disonancias.
Un buen ejemplo de volver a lo tradicional en plena estética contemporánea fue Romanza de Zulema de la Cruz; pieza un tanto bella (en el sentido clásico del término) por su excesiva simplicidad y poca pretensión, de cierto sabor oriental. Más que una romanza parecía un haiku… un tanto aburrido entre tanto contrapunto.
Otras de las gratas sorpresas surgió de Sebastián Mariné y su Escrita en cristal, que con sus armónicos, el violín obtenía un ritmo pausado y fluido como el habla, en un monólogo clamo y misterioso.
La obra de David del Puerto, que repetía en el ciclo con su obra Versículo, de nuevo nos ofrecía únicamente con pizzicatos y rasgados mezclados con arcos rápidos y cortos, una sección rápida e incluso violenta.
Lo único que queda por decir… resultó demasiado largo el concierto… un pequeño recital de selección más cualitativa sería más correcto en la elección de todo un concierto.
El violinista Manuel Guillén nos deleitó con su presencia cuasi-estoica con sus partituras y su carcassi datado en 1679.
Las primeras partituras se debieron a la Sonata 20, El vuelo de la Imaginación, de Claudio Prieto, cuyo gusto por la nueva melodía de arco amplio y lírico viene siendo su marca distintiva.
El contrapunto más pausado e introspectivo lo ofreció Juan de Dios García con Al Hombre Solitario que arrastra un Violín, que contenía un material simple, con ciertas disonancias, que daban coherencia al todo, comenzando con vibratorios pianísimos.
La Pieza para violín solo de Carlos Cruz de Castro exploraba el lado rítmico de la música, con obsesivos ostinatos y juegos de disonancias.
Un buen ejemplo de volver a lo tradicional en plena estética contemporánea fue Romanza de Zulema de la Cruz; pieza un tanto bella (en el sentido clásico del término) por su excesiva simplicidad y poca pretensión, de cierto sabor oriental. Más que una romanza parecía un haiku… un tanto aburrido entre tanto contrapunto.
Otras de las gratas sorpresas surgió de Sebastián Mariné y su Escrita en cristal, que con sus armónicos, el violín obtenía un ritmo pausado y fluido como el habla, en un monólogo clamo y misterioso.
La obra de David del Puerto, que repetía en el ciclo con su obra Versículo, de nuevo nos ofrecía únicamente con pizzicatos y rasgados mezclados con arcos rápidos y cortos, una sección rápida e incluso violenta.
Lo único que queda por decir… resultó demasiado largo el concierto… un pequeño recital de selección más cualitativa sería más correcto en la elección de todo un concierto.
 
 
 
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