El viernes pasado se inauguró el 13º Ciclo de Música Contemporánea en el Teatro Cánovas (Málaga), con el maravilloso Octeto Ibérico de Violonchelos. El conjunto de treinta y dos cuerdas y ocho picas nunca decepciona y, siempre resulta tanto por la curiosa sonoridad de una formación tan heterodoxa como por la cuidadosa guía de ellos hace Elías Arizcuren.
El concierto comenzó con Nigredo, de David del Puerto, obra encargada en 2003 para el Festival de Músicas Contemporáneas de Barcelona y dedicada al conjunto que interpretó la obra. Del Puerto, nos ofrece una obra de estructura muy seccional, con un uso de técnicas tradicionales y un carácter dramático que por momentos evocase ciertas características de la música de Luís de Pablo. Este último también tuvo su momento en la noche con la interpretación de su Ritornello, de nuevo dedicado al Octeto; la primera sección de la obra, únicamente con pizzicatos y rasgados, consigue un efecto tan bello e intimista que parece eclipsar el resto de sus partes con arco y armonía más típicas del De Pablo. Sin duda fue de lo mejor de la noche.
Cambiando de bando, Sofía Gubaidulina sorprendió gratamente a todos con Mirage: The Dancing Sun de 2002, obra efectista en su línea jovial y alagre, y de un colorido que casi ciega, como sólo la escuela rusa ha sabido hacer desde Korsakov hasta Shostakovich. La obra combina sabiamente secciones que podrían parecer descriptivas, melodías simples, danzables y juguetonas y secciones más líricas, para un efecto que roza lo místico.
La propuesta del compositor homenajeado en este ciclo Claudio Prieto, puso un toque completamente diferente con su obra Caminando por la aventura (1996), que comenzaba de forma brusca con efectos casi de ruidos, adentrándose posteriormente en sendas postrománticas y casi cinematográficas, haciendo honor al título, de un lirismo de aire español y un regusto por el pastiche.
Como punto y final del concierto, se interpretó Windungen del gran Xenakis. La obra se inició con una introducción que recordaba a cierto minimalismo repetitivo, y continuó a base de vaivenes disonantes de arco.
Espléndido y duro comienzo del 13º Ciclo de Música Contemporánea.
El concierto comenzó con Nigredo, de David del Puerto, obra encargada en 2003 para el Festival de Músicas Contemporáneas de Barcelona y dedicada al conjunto que interpretó la obra. Del Puerto, nos ofrece una obra de estructura muy seccional, con un uso de técnicas tradicionales y un carácter dramático que por momentos evocase ciertas características de la música de Luís de Pablo. Este último también tuvo su momento en la noche con la interpretación de su Ritornello, de nuevo dedicado al Octeto; la primera sección de la obra, únicamente con pizzicatos y rasgados, consigue un efecto tan bello e intimista que parece eclipsar el resto de sus partes con arco y armonía más típicas del De Pablo. Sin duda fue de lo mejor de la noche.
Cambiando de bando, Sofía Gubaidulina sorprendió gratamente a todos con Mirage: The Dancing Sun de 2002, obra efectista en su línea jovial y alagre, y de un colorido que casi ciega, como sólo la escuela rusa ha sabido hacer desde Korsakov hasta Shostakovich. La obra combina sabiamente secciones que podrían parecer descriptivas, melodías simples, danzables y juguetonas y secciones más líricas, para un efecto que roza lo místico.
La propuesta del compositor homenajeado en este ciclo Claudio Prieto, puso un toque completamente diferente con su obra Caminando por la aventura (1996), que comenzaba de forma brusca con efectos casi de ruidos, adentrándose posteriormente en sendas postrománticas y casi cinematográficas, haciendo honor al título, de un lirismo de aire español y un regusto por el pastiche.
Como punto y final del concierto, se interpretó Windungen del gran Xenakis. La obra se inició con una introducción que recordaba a cierto minimalismo repetitivo, y continuó a base de vaivenes disonantes de arco.
Espléndido y duro comienzo del 13º Ciclo de Música Contemporánea.
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