miércoles, enero 10, 2007

20 años sin Tarkovski

Han pasado 20 años de su muerte, y nadie de mis queridos programadores televisivos se ha acordado del cine de Andrei Tarkovski. A muchos de ellos los echarán en este año que empieza por la esclavitud del “share”, pero ninguno ha querido ser original con su motivo de despido: emitir “Sacrificio” en prime time en navidades. Para muchos la palabra sacrificio no da ni para titular un largometraje, es desconocida en su vocabulario. No digamos en sus vidas. Pero fue la última película que dirigió el director ruso entre sesión y sesión de radioterapia. Tenía un cáncer de pulmón pero no dejaba de ser un buen hombre.

Para entender a Tarkovski había que entenderse a uno mismo primero y para ello su libro sobre teoría cinematográfica “Esculpir sobre el tiempo”. Sigue sin entenderse por muchos.

Menos mal: el cine de este autor ruso no tiene que gustar. ¿Entonces? Si después e encontrarse con las películas de Andrei Tarkovski uno no desea ser mejor, mala cosa.

Andrei era un humanista y liberal. O sea como a mí me gusta. Se plató de golpe en el circuito cinematográfico internacional al merecer con su primer largometraje el máximo galardón del festival de Venecia. La edición de 1962 incluía obras de Godard, Rossi, Kubrick, Pasolini y de otros conocidos directores europeos y americanos, lo mismo que películas de veteranos del cine soviético, como Gerasimov; pero ni unas ni otras pudieron imponerse a aquella tremenda, tosca y a la vez delicada “Infancia de Iván” que Mos-film había traído de Moscú. . La crítica internacional elogió las cualidades estéticas de la torta de Tarkovski pero sobre todos unos contendido. Goya pintaba como los genios pero no sabía escribir como los hombres. Nuestro Andrei, no sólo pintaba en el negativo de las películas sino que escribía de forma tan rotunda que acuñó la feliz expresión de que hacer cine es como “esculpir en el tiempo”. El régimen autoritario ruso nunca pudo con él, su lucha por la libertad la libró en su mundo interior. Tuvo el valor de ser un humanista mostrando a la civilización occidental sus miserias y su paso firme al abismo, ella que siempre ha ido de adelantada.

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