Esas calles inclinadas hacen no ver el principio ni el fin. Esa languidez entre los paseantes y la desorientación continúa que fallece en cuanto pisas la misma rúa. A pesar ellos me pierdo.
Sensación de… este como aquél, como yo como tú, como aquel que no soy yo, y aquél que no es mi sitio. Una ventana insignificante abierta a las casas que aglomeradas se cruzan ante mis ojos.
Una ciudad inmensa, una nada inconcebible.
A Lisboa no se va, se regresa, no es lugar, es estado, no es acto, es sensación.

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