García Lorca nos habla de tres espíritus que mueven la cultura Europea, la musa greco-latina, el ángel franco-germano y el duende andaluz. Pero es Valle-Inclán quien nos devela la esencia de lo esperpéntico español: la superioridad del impotente, el miedo al espantajo, el inconmensurable poder de la tristeza; uno de los lamentables arquetipos de lo peninsular.
El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, la pintura de Zurbarán, el garrote vil, los empalamientos, el aceite de ricino que los nacionalistas hacían beber a los “blasfemos”, Felipe VII, el Opus Dei, el garrote vil disfrazado de juez Garzón y Grande Marlaska, la mantilla, Francisco Franco, Juan Carlos I, el PP y el PSOE, como los dos brazos de un mismo status quo mórbido y cínico, son las manifestaciones más claras de este fantasma maligno.
Lo esperpéntico es el signo de cierto espíritu hispano que sobrevive menos en la España subterránea de lo que lo hace en la superficie de sus antiguas provincias de ultramar.
Conservado y alimentado por las elites que se mantuvieron dentro de la mentalidad colonial, pero, padecido también de un modo inconsciente y terrible, por las grandes bases del pueblo mestizo. Es por ello que no nos asombra la actitud esperpéntica, síntesis de lo siniestro y lo ridículo, con la cual sectores de nuestra población se ufanan del desaire hecho por el supuesto rey de España al presidente legítimo de su propio país.
Imposible de explicar por otra cosa, que no sea por un principio esperpéntico activo entre nosotros, tan mostrenca actitud, tan pánfila mentalidad, tan memo carácter de espíritu.
Erik Del Bufalo
True Detective.
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Resecos los ojos de no querer pestañear mientras te adentras en *True
Detective. Antología de lecturas no obligatorias*. Esperan otros quehaceres
pero que...
Hace 10 años
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